Desde la organización de Expocómic, me informan de la obtención por parte de José Ortiz, del Premio Oso 2010 a la Labor de una Vida. Desde aquí quiero felicitar al maestro Órtiz.
El legendario autor recogerá personalmente el galardón de manos de Emilio Gonzalo
Madrid, 29 de noviembre de 2010. Si el tebeo ha logrado elevarse a la categoría de arte es, más allá de sus características intrínsecas, gracias al esfuerzo de tantos y tantos nombres que han dedicado su vida a la viñeta. Y es algo ante lo que hay que rendirse, es necesario distinguir una labor tan inexcusable como en muchos casos poco reconocida. Con tal motivo se creó el Premio Oso a la Labor de una Vida, que en esta edición del Salón Internacional del Tebeo de Madrid ─ Expocómic 2010 irá a parar a manos de otro histórico patrio, José Ortiz, que acudirá personalmente a recoger el galardón de manos de Emilio Gonzalo, director del evento. De este modo, Ortiz se une a leyendas como Antonio Bernal, Purita Campos, Carlos Giménez o Antonio Hernández Palacios, agasajados en ocasiones anteriores.
Además, el Madroño 2010 a la Entidad de Apoyo al Cómic será para Tebeosfera, revista web cuya voluntad como soporte de difusión de todo lo relacionado con la historieta la ha colocado como uno de los grandes referentes en la Red de Redes, lo que no es cosa fácil, ni mucho menos.
José Ortiz (Cartagena, Murcia, 1932). Tenía apenas dieciséis años cuando un concurso de la revista “Chicos” le colocó como ayudante de Manuel Gago. Ortiz prometía, y cumplió. La editorial Maga le vería dar sus primeros pasos desde “El capitán Don Nadie”, “El duque negro” o “Johnny Fogata”, allá por la década de los 50; de ahí, a Toray con “Sigur el vikingo” o las “Hazañas del Oeste”, y a Bruguera en las páginas de la revista “Bisonte Extra Ilustrada”. Sus coqueteos con ingleses y norteamericanos en los 60 le llevarían a plasmar su talento para la mismísima Warren ─que le otorgaría un galardón al Mejor Artista Polivalente en 1974─, donde llegó incluso a dibujar la voluptuosa figura de la icónica Vampirella. Mediados los años 80 vuelve a centrar su arte en el mercado español, que prácticamente no le conoce desde los parámetros del gran público, para las publicaciones de Norma y Toutain. Su extensa obra, su excepcional calidad, su misma existencia, le hacen leyenda vida de la historieta universal.