Este mes se ha puesto a la venta Chernóbil-La Zona, la primera novela gráfica de dos autores que han dado lo mejor de sí, para contarnos la historia de una catástrofe, a través de los protagonistas de tres generaciones, que padecieron el fatídico suceso ocurrido en la central nuclear de Chernóbil, hace 25 años (26 de abril de 1986). Estoy hablando de Natacha Bustos (Ibiza, 1981) y Francisco Sánchez (Barcelona, 1962), dos artistas que han sabido narrarnos, sin caer en el dramatismo, las consecuencias que la población civil sufrió a raíz de aquella explosión, emitiendo a la atmósfera una letal radiación, que aún perdurará durante los próximos 100.000 años, y que acabo con los sueños de mucha gente.
Chernóbil-La Zona, cuenta la historia de dos mayores, Leonid y Galia, una pareja de abuelos que regresan con lo poco que les ha quedado, y unos animales a su antiguo hogar, transcurrido un tiempo desde la explosión del reactor número IV. Todo está desolado, pero lejos de amedrentarse, sacan fuerzas de flaqueza para volver a cultivar la tierra, sin pensar en las consecuencias que pueden llegara a sufrir por la radiación o la ingesta de alimentos contaminados. Para continuar, con la historia con Vladimir y Anna (esta última, hija de los abuelos mencionados anteriormente), una joven pareja que vive del trabajo del marido en la central nuclear, y residentes en la cercana población de Pripiat, de 47.000 habitantes; donde sus trabajadores tenían su residencia. Anna embarazada por aquellas fechas, a punto de dar a luz, y con un hijo pequeño, es testigo en primera persona de la evacuación de su familia a un lugar seguro, mientras su marido intenta sofocar el incendio que se ha producido en la central, sufriendo unas consecuencias fatales debido a una exposición tan prolongada. Ya en la tercera parte de la obra, vemos como los hijos de Anna: Yuri y Tatiana, regresan veinte años después al lugar de los hechos, buscando respuestas a lo sucedido; necesitan saber el por qué de aquella tragedia, descubriendo entre los escombros lo poco que queda de su pasado, junto con la memoria de su padre y sus abuelos.
Natacha Bustos y Francisco Sánchez, nos cuentan una historia que bien pudo existir de verdad, poniéndonos en situación, de hasta que punto supone hoy día la amenaza de la radiación nuclear y las vidas que puede llegar a sesgar. Desgraciadamente, el pasado 11 de marzo de 2011, el accidente nuclear de Fukushima en Japón, hizo revivir al resto de la humanidad esos días de angustia que padeció la población civil en Chernóbil. Un suceso que semanas más tarde el gobierno japonés calificaría hasta el nivel 7 (el máximo), el mismo que Chernóbil ante la gravedad del accidente nuclear tras el maremoto. Una circunstancias que vuelve a plantear la ideonidad de la energía nuclear y su seguridad.
En la parte gráfica destacaría la gran labor de Natacha a la hora de documentarse, y lo bien resuelta que esta la narración propuesta por Francisco Sánchez. Un guionista del que puedo decir que ha preparado con mucho cariño y mimo esta obra; recuerdo aquellas largas conversaciones que tuvimos estos años, en los que tenía en mente llevar este proyecto, su gran sueño.
En cuanto a la edición de Glénat, es muy completa, con numerosos extras, bocetos y fotos del lugar de la tragedia, con el que podremos hacernos una pequeña idea de lo acontecido.
Sinceramente un buen tebeo, que demuestra hasta que punto el Noveno Arte puede transmitir emociones. Vaya desde aquí mi recomendación más efusiva.
“Chernóbil-La Zona”
Guión: Francisco Sánchez
Dibujos: Natacha Bustos
Editorial: Ediciones Glénat
Colección: Novela Gráfica
Formato: rústica, 184 páginas, 17 x 24 cm, b/n
PVP: 17,95 €
Valoración: ****
2 comentarios:
mi enhorabuena a los autores por atreverse con un tema tan espinoso y salir(segun parece pues todavia no he podido leerlo)librados.
Solo me molesta el hecho de que yo tenía en mente hacer algo parecido, y como suele pasar, siempre hay alguien que desenfunda mas rápido.
De esta semana no paso sin leermelo.
Hola Ivan, la historia está muy bien, han conseguido tratar el tema de una forma muy respetuosa, sin caer en el dramatismo.
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