-Theo Angelopoulos
Manuel Vidal Estévez
Colección Signo e Imagen nº 100
Rústica, 368 páginas, 11 x 18 cm, b/n
PVP: 18,20 €
Disponible en ePub por 13,99 €
Es costumbre afirmar que la Historia es la
sustancia que anima las películas de Theo Angelopoulos (1935-2012). La
de su país, Grecia, en primer lugar, y por extensión también la de
Europa. De ello son buenos ejemplos títulos como "Días del 36" (1972),
"El viaje de los comediantes" (1974-1975), "Los cazadores" (1977), "La
mirada de Ulises" (1995), "Eleni" (2003) y "El polvo del tiempo" (2008),
este último desdichadamente aún sin estrenar entre nosotros. El resto
de sus títulos, por el contrario, no verifica tal aserto. Ni
"Reconstrucción" (1970), su primer largometraje, ni "Alejandro el
Grande" (1980), "Viaje a Citera" (1984), "El apicultor" (1986), "Paisaje
en la niebla" (1988), "El paso suspendido de la cigüeña" (1991) o "La
eternidad y un día" (1988) la incluyen como elemento decisivo. Apreciar
las diferencias entre uno y otro segmento de su filmografía es uno de
los objetivos de este trabajo. Su obra representa una de las cumbres de
la modernidad cinematográfica alumbrada inmediatamente después de mayo
del 68, y hace del plano secuencia y la amalgama de tiempos dos de sus
características mayores.
-Sydney Pollack
Rubén Ordieres
-Sydney Pollack
Rubén Ordieres
Colección Signo e Imagen nº 102
Rústica, 432 páginas, 11 x 18 cm, b/n
PVP: 18,20 €
Disponible en ePub por 13,98 €
Las películas de Sydney Pollack tratan de las relaciones humanas. Su estilo, en apariencia clasicista, no fue producto de la copia sino de la reflexión. Se dio cuenta de que nada, ni siquiera la cámara, debía estorbar a sus amantes, a través de los cuales podía contar cualquier historia. Su voz como narrador surgió poco a poco y en su búsqueda, como les ocurre a los héroes mitológicos, se encontró con desafíos pero también con ayuda. Primero de un maestro, Sanford Meisner, que en su escuela de actores, la Neighborhood Playhouse, le enseñó, más que una teoría de la interpretación, una manera de entender el arte; después de un protector, Burt Lancaster, quien recondujo su carrera profesional, y, finalmente, de un aliado, Robert Redford, con el que construyó un personaje romántico y legendario y descubrió los grandes temas de su filmografía. El viaje tuvo su recompensa. Una obra coherente, personal y llena de amores frustrados, con la que aquel chico que en 1952 abandonó una pequeña comunidad de Indiana con la idea de probar fortuna como actor se ganó el derecho a que se le contase entre los directores que durante los años setenta transformaron el cine americano.
Las películas de Sydney Pollack tratan de las relaciones humanas. Su estilo, en apariencia clasicista, no fue producto de la copia sino de la reflexión. Se dio cuenta de que nada, ni siquiera la cámara, debía estorbar a sus amantes, a través de los cuales podía contar cualquier historia. Su voz como narrador surgió poco a poco y en su búsqueda, como les ocurre a los héroes mitológicos, se encontró con desafíos pero también con ayuda. Primero de un maestro, Sanford Meisner, que en su escuela de actores, la Neighborhood Playhouse, le enseñó, más que una teoría de la interpretación, una manera de entender el arte; después de un protector, Burt Lancaster, quien recondujo su carrera profesional, y, finalmente, de un aliado, Robert Redford, con el que construyó un personaje romántico y legendario y descubrió los grandes temas de su filmografía. El viaje tuvo su recompensa. Una obra coherente, personal y llena de amores frustrados, con la que aquel chico que en 1952 abandonó una pequeña comunidad de Indiana con la idea de probar fortuna como actor se ganó el derecho a que se le contase entre los directores que durante los años setenta transformaron el cine americano.
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