Hoy tengo el placer de entrevistar al señor
Javier Coma (Barcelona, 1939), uno de los grandes teóricos del cómic español, autor entre otros, del libro
“Espíritu de los comics” (e innumerables libros de cine), donde repasaba la obra del maestro
Will Eisner y su
The Spirit. En 2011 se cumplen 30 años desde su aparición de la mano de
Toutain Editor, estas fueron sus palabras.
-¿Qué recuerda de aquel libro?
Recuerdo que fue un libro que hice con mucha ilusión, como en el campo de los cómics sólo he hecho. Escribí dos libros sobre obras concretas: uno fue el de “The Spirit” y otro el “Terry y los piratas” (Cuando la inocencia murió, Esuseve, 1988), los demás libros han sido sobre temas más generales. Tanto el uno como en el otro, disfrute de un tema apasionante, de entrar a fondo en una obra, buscar sus recovecos, las relaciones interiores, los posibles significados y describir todo este universo creativo lo mejor posible.
-Su admiración por Will Eisner fue constatada a lo largo de los numerosos escritos en revistas de Toutain Editor. ¿Cómo definiría su obra y la figura de Will Eisner?
Will Eisner era un hombre muy simpático, muy educado, muy gentleman, muy culto, que bebió en numerosas fuentes, diría que en las fuentes en las que menos bebió, fue precisamente en los cómics. Un hombre que se inspiro en la novela, en la radio, en el teatro, en el cine, sobre todo en muchos ejemplos en la naciente televisión (estoy hablando claro de lo que utilizo en The Spirit); y convirtió
“The Spirit” en una especie de festival creativo, donde incorporaba hallazgos del lenguaje, que le habían sugerido precisamente la lingüística de diferentes medios expresivos.
Su gran obra con mucha distancia es de "The Spirit" entre los años 1946 y 1950, de esto podría decir que tuve un conocimiento completamente directo. En aquella época era un niño, pero por una serie de circunstancias recibía muchos diarios sudamericanos, con los suplementos de cómics; los recibía desde principios de los años cuarenta, porque entonces lo leían mis hermanos mayores. Lo que hice con estos periódicos era descuartizarlos y conservarlos por las páginas de las series, los suplementos de "The Spirit" ;los estuve leyendo en su mejor época, aquello era un festival, como era también un festival todos los cómics americanos de la época en sus mejores niveles, por supuesto.
-¿Cómo definiría a Josep Toutain como editor? ¿Cómo recuerda su colaboración?
Como editor era una persona que tenía por una parte un gran entusiasmo y unos enormes valores, por otra tenía sus límites en el terreno cultural, intelectual por llamarlo de alguna manera. Lo cual no afectaba en teoría que pudiera hacer obras, como la
“Historia de los Cómics” en fascículos, y revistas que realmente eran las mejores de la época. Él fue el gran animador de los cómics en España durante los años ochenta, dejamos aparte el caso de
Roberto Rocca, el ítaloamericano que estaba residiendo en
Madrid; él fue quien realmente empujo todo el
“boom” con la revista
“Totem” y con otras muchas publicaciones; tanto álbumes como revistas que puso en el mercado. Creo que son dos figuras imprescindibles para comprender el
“boom” de los cómics en
España desde finales de los años setenta, hasta mediados de los años ochenta, que fue ya cuando decayó todo el tinglado.
Toutain y yo éramos amigos, me fui de viaje con él a Estados Unidos, allí fue donde tomé contacto con Milton Caniff, para revisar el libro sobre “Terry y los piratas”; comía muy a menudo con él, diría que Toutain y yo éramos amigos fundamentalmente y además trabajamos juntos. Nos divertíamos mucho porque teníamos un sentido del humor peculiar, unos gustos análogos: en los cómics, en la ilustración, en cine, etc. La diferencia entre Toutain y yo, es que yo era una persona leída, y él no. Toutain tenía un hándicap en la vida (todos tenemos hándicaps en la vida), y el de Toutain en el terreno de los cómics, es que le faltaba una cultura intelectual, a más alto grado, para hacer las revistas que yo hubiera querido hacer. Quiero decir, que mucho de lo que hizo, lo hizo uso mío, pero mucho de lo que intenté hacer, no lo quiso hacer; tuvimos una lucha constante entre amigos, en el que yo lo le sugería hacer una serie de cosas, y él a veces me decía que sí, y a veces me decía que no. Mi papel era precisamente el de sugerirle las cosas que creía que valían la pena, muchas cosas se quedaron por el camino, como colecciones de clásicos americanos, cosas que incluso en las cuales llegamos a trabajar de forma muy avanzada.
-¿Realmente hubo un “boom” del cómic y las revistas para adultos a comienzos de los años ochenta?
Está clarísimo, ya empezó a finales de los setenta, se multiplicó, hubo un momento en que había, y creo que me quedo corto, unas
25 revistas mensuales en el mercado, y revistas digamos dignas todas ellas; aparte había más publicaciones de cómics, que ya no hace falta recordar. A principio de los ochenta, en el año ochenta y uno, ochenta y dos, llegó a haber unas
25 revistas mensuales de cómics, más o menos; ahora todas con este mal que aludía antes, en el que faltaba una apuesta cultural intelectual más alta. Esto era el décifit que tenía este mercado, y que creo que fue lo que provocó su final, por una razón muy sencilla, porque ese
“boom” existió, gracias a que el público adulto era comprador de estas revistas. Un chaval no podía comprarse
25 revistas cada mes, no tenía el dinero, pero si que las compraban, y por esto se vendían tanto (en los kioscos ocupaban unos montones espectaculares), entre gente ya establecida de 35, 30 años, que ya se están ganando la vida, y que podían disponer de una cantidad de dinero. La prueba de que ese mercado existía, es que durante unos tres o cuatro años, esa gente se estuvo comprando esas revistas, ¿por qué se canso?, porque las revistas tenían una altura titular intelectual, a la cual las revistas no llegaban. Llegaba mucho contenido creativo de las revistas, muchas series de cómics sí que tenían este nivel cultural, pero es que después al nivel de los textos de redacción, la mayoría parecía que estuvieran dirigidos a niños. Esta es una discusión que tuve constantemente con
Toutain, si yo fuera un lector que compro tu revista, me ofendería, porque me sentiría tratado como un idiota si veo que tratas al lector de esta manera. Evidentemente el
“boom” falló, porque la gente con una cierta cultura, y que tenía el dinero para adquirir estas revistas se cansó, se cansó de ser tratadas como retrasados mentales.
Fernando Fernández, Josep Toutain y Javier Coma
-¿Qué cree que hubiera hecho falta para afianzar entre los lectores el cómic para adultos?
Primero ser mucho más riguroso con las historias publicadas, habían cosas que estaban muy bien y otras que francamente eran puro relleno. Dos, sobre todo el lenguaje de redacción, todo lo que eran textos, todo el tratamiento al lector, todo lo que eran artículos, todo esto tenía que estar como sí, estuviera dirigido a lectores cultos y adultos. No, esto está dirigido a como sí los lectores fueran los mismos que leían los tebeos de diez a veinte años atrás, estaba dirigido a los niños. Entonces, el lector adulto que se coge aquello y se ve tratado cómo fuera un niño, se va cabreando, hasta que llega un momento que deja de comprar aquella revista, deja de comprar otra revista, deja de comprar cómics, y es lo que paso; porque no se entiende un “boom” tan espectacular como el que hubo, en el espacio de nada, de tres años, cuatro, y una caída como la que hubo también en el espacio de tres, cuatro años, en el que todo ello sucedió dentro de la misma década. Creo que si no se mira desde este punto de vista (pueden caber más opiniones), es incomprensible todo este fenómeno. Tengo que decir en honor a Toutain, que él no seguía mi punto de vista, pero lo aceptaba, escribí en Toutain esto un montón de veces, en las revistas, en artículos largos y puntuales, etc., lo cual no tenía ningún mérito porque estaba más claro que el agua, el merito era de Toutain en publicar esto.
-Usted dirigió en 1983 la enciclopedia de “Historias de los Cómics, ¿qué retos tuvieron que afrontar para llevarla a cabo tan magna obra? ¿Qué recuerda de su edición?
La edición fue una cosa de locura, porque
Toutain en vez de llevarla con tiempo, la quiso poner en marcha en el acto, como esto tenía aparición semanal cada fascículo, tuvimos que estar todo un año produciendo cada semana un fascículo a un ritmo imparable. Eran muchos detalles, eran las ilustraciones, las traducciones de los textos, todo lo que significaba unificar la obra de manera que no se dieran patadas unos textos con otros, todos los pies de las ilustraciones; aparte de lo que era la impresión, fue un trabajo increíblemente intenso y sobre todo a mucha rapidez. Lo que hicimos nosotros, fuimos cuarenta y dos expertos de trece países (que yo recuerde), hecho al mismo tiempo, expresamente para esto. Esto no se ha hecho ni antes ni después, una cosa de tales características y además de tal rigor; una de las cosas que nos preciábamos Toutain y yo, era que introducíamos, mucho, mucho, mucho rigor en todos los aspectos que podíamos: las ilustraciones, los originales. Si salía ilustraciones de un cómic italiano, se sacaban de revistas italianas, si era francés, de una revista francesa, y así sucesivamente. La documentación era de
Toutain,
Alfons Figueras y mía, la aportamos únicamente tres personas. Buscar las ilustraciones también era de lo más... todo esto estaba hecho de forma absolutamente manual, se puede imaginar.
-Entre las grandes obras de la época se encuentran títulos como Drácula de Fernando Fernández, Paracuellos de Carlos Giménez, Torpedo 1936 de Abulí y Bernet u Hombre de José Ortiz. ¿Qué valoración haría de estas obras? ¿Cree que marcaron estilo?
No puedo empezar hacer una valoración sobre estas obras, porque añadiría otras. Todas estas obras tenían su mérito, alguna más que otra, pero en fin el cómic español en aquel tiempo vivió una época buena, esto sí muy corta, muy corta. Aparte de Fernando Fernández, hemos de contar que existía Víctor de la Fuente, Carlos Giménez, Enric Sió, José María Beà, Luis García, una colección de creadores de cómics como nunca ni antes ni después, ha habido en este país; pero fue muy corta claro porque la caída de las revistas precipitó que casi todos ellos marcharan a trabajar en otras cosas, a otros terrenos. Por ejemplo Luis García y Fernando Fernández se dedicaron a ser pintores, a pintar cuadros, algún otro a la publicidad, abandonaron los cómics. Enric Sió empezó a hacer películas publicitarias, y en el extranjero ya habían publicado todos; la batalla del extranjero se había ganado antes, y mucho en parte gracias precisamente a Josep Toutain, que fue el que hizo allí de agente, etc., etc., y empezó a vender cómics españoles digamos en masa. Lo que se perdió fue con la caída del “boom”, una serie de creadores de cómics que pasaron a la pintura o la televisión, o la publicidad, a ilustraciones sin narración, facetas expresivas completamente distintas.
Bernet era muy bueno, el más joven de esta generación, porque prácticamente todos lo que estaba citando eran mayores.
Bernet llegó prácticamente al final del
“boom” de los cómics, cuando ya estaba en marcha esto, empezó a destacar con
Torpedo, y se incorporó.
Abulí y
Bernet fueron un dúo muy importante, al igual de
Bernet con el argentino
Carlos Trillo.
-En 1987 regresa con unos fascículos, “Cómics clásicos y modernos”, para el suplemento El País semanal, ¿cómo surgió dicha propuesta? ¿Qué tema es el que más le gusto tratar?
Los fascículos surgen de El País, me llamaron a una reunión, vinieron a Barcelona de Madrid, me lo propusieron y lo pusimos en marcha en tres meses. Esto fue una idea pura y simple, ellos venían sin un concepto de estructura, evidentemente la sugerí yo; pero la idea de hacer los cuadernos estos, encuadernables, fue puramente de ellos.
Lo de El País está hecho en plan de privilegiar el cómic español, que era lo que no había, porque no había entonces nada así; tomando como guía, unos temas periodísticos que fueran del atractivo de un lector de diarios. Aquello no pretendía ser ni una enciclopedia, ni un diccionario, sólo una colección de temas, ilustrados además con obras, que pudieran ser atractivos para el lector general del diario.
Todo lo que trababa me gustaba o si no, no lo trababa. Creo que la obra con la que más disfrute, tratando sobre los cómics, fue el Diccionario que hice del año 1991, el de los cómics americanos (Diccionario de los comics: La edad de oro, Plaza y Janés), que fue lo que cerró ya la trilogía; y el libro sobre Milton Caniff, sobre “Terry y los piratas”. Estas son las dos cosas que he hecho en los cómics, con más gusto, con más ganas, con más avidez; por una razón muy sencilla, porque además eran las más originales internacionalmente.
-Veinte años después de no escribir artículos sobre cómics, y más centrado en el cine y la literatura, ¿ha seguido en forma alguna la evolución del Arte Secuencial como diría el maestro Eisner? ¿Hay alguna propuesta actual que le agrade?
No, en los cómics nunca, nunca empecé a dedicarme pensando que iba a escribir tanto sobre ellos. En la vida me he dedicado a varias cosas principalmente: la música de Jazz, la novela negra, los cómics, y el cine; de todo ello para mí lo fundamental es el cine. En el cine he escrito unos 33 libros, más o menos, la diferencia con los que escrito sobre cómics, fuera una docena, es enorme, aparte todos los artículos. Cuando yo empecé a escribir sobre los cómics (que fue en un diario de Barcelona, Tele eXpréss), entonces encontré, sin querer, con el “boom”, al cabo de nada tenía publicado cuatro libros, y escribía en un montón de revistas que estaban apareciendo en aquel momento. De tal forma, que los cómics realmente se convirtieron en mi manera de ganarme la vida, como esto fue subiendo, aunque el “boom” empezó a bajar, ya estaba muy situado; todo esto era muy difícil dejarlo (entre medias escribí sobre otras cosas), y llegó un momento en el que había que ponerle punto y final, y ese fue el Diccionario. Y aquí se acabo la historia, desde entonces sólo he publicado libros de cine.
-Para finalizar, en su opinión ¿cuáles son los cómics que le han dejado huella? ¿Qué autores cree que han pasado a la historia del Noveno Arte?
Las respuestas pueden ser subjetivas, pero después de haberlos estudiado durante de años, pero muy a fondo, creo que puedo contestar de forma objetiva. Para mí hay dos grandes autores de cómics por encima de todos, que son Al Capp, autor de “Li'l Abner”; no le dedique un libro, ni se me ocurrió, porque en España era prácticamente y sigue siendo desconocido, no podía. Con Milton Caniff ya pasaba algo por el estilo, pero no tanto, por lo menos la gente sabía quien era, entonces puede hacer el “Terry y los piratas”. Creo que estos dos han sido los más grandes, pero pondría a continuación el Popeye de Segar (que se acaba en el año 1938), el “The Spirit” de Will Eisner, por supuesto (por eso hice el libro), y Roy Crane (Captain Easy). El mejor de todos los autores españoles, está muy lejos de cualquiera de estos, esto no se puede ni comparar, ya pertenece a otra esfera. De toda la esfera española había algunos mejores, pero no se pueden comparar con los americanos, de ninguna manera.
Muchas gracias por sus amables palabras
A continuación reproduzco algunas portadas de los libros más representativos de su obra sobre el Noveno Arte, y la primera sección de comic de
Javier Coma aparecida en el nº 7 la revista
Totem (1977).
Los comics, un arte del siglo XX (Guadarrama, Madrid, 1978).
Del Gato Félix al gato Fritz (Gustavo Gili, Barcelona, 1979).
Y nos fuimos a hacer viñetas (Penthalon, Madrid, 1981).
El ocaso de los héroes en los comics de autor (Península, Barcelona, 1984).
Comics by Coma, Totem nº 7.
-Mi agradecimiento a
Fernando Bernabón de
Vallatebeo Ediciones, por algunas de las cubiertas de los libros de
Javier Coma.
-
Fernando Fernández,
Josep Toutain y
Javier Coma, foto (c) web
Fernando Fernández